jueves, 17 de noviembre de 2011

miércoles, 16 de noviembre de 2011

lunes, 14 de noviembre de 2011

domingo, 6 de noviembre de 2011




un fondo de pantalla un poco raro. Espero que no descuadre mucho. Le faltan aún horas de trabajo, y no sé si se las echaré xP

martes, 21 de junio de 2011

jueves, 19 de mayo de 2011




creo que ahora si

domingo, 17 de abril de 2011


Inspirado por el tema Murder in the Graveyard, de Screamin' Lord Such.


Sí, se me vuelven a pirar algunas cosas. Joder con la pose. Hay que mejorarlas.

viernes, 8 de abril de 2011


un logo chorra para el clan Blood of Heroes. Inspirado en el de la NBA. El rojo es por el Blood y el azul por el Heroes

miércoles, 23 de febrero de 2011

headshot


Pues nada, más cositas de samus. quizás pueda servir de viñeta para la página de hace un par de entradas

martes, 15 de febrero de 2011


seguimos con los samurais

a ver si entre este y lo anterior saco algo de provecho.

domingo, 13 de febrero de 2011




it's the way of the samurai...

Jugueteando con los pinceles un poco.

lunes, 24 de enero de 2011



el mismo personaje, a punto de entrar en acción

martes, 18 de enero de 2011

adeptus mecanicus




El pecio espacial RM-0034035 surca el oscuro espacio de la disformidad como una letanía al emperador de la humanidad: lentamente, pero firme en su propósito. Lleva decenas de generaciones, desde que partió del mundo-forja Marte, surcando el espacio, creando una sociedad en su interior equivalente a la de un pequeño planeta, estableciendo su propia jerarquía, su propia sociedad, sus propias leyes.

Los mapas astrales indican que en la presente generación, el pecio espacial atravesará una anomalía de la disformidad. Hace ya siglos que el monstruo de estructura gótica dirige su propio destino. Generaciones desde que nadie que no pertenezca a la sagrada orden del Adeptus Mecánicus puede tan siquiera discernir cuál será la próxima parada de tan magna obra del emperador...

Es en estos tiempos de temores cuando nace Bore Kabul. Sus primeros recuerdos son oscuros, pero alegres. Llenos de tuberías que emiten gases de olores indescriptibles, juegos y risas entre pasillos abandonados, marcados tan sólo por los omnipresentes cables y tubos que servían de decoración a unos números y bandas de colores, indicadores de atajos olvidados.

Oscuros recuerdos, pero felices.

Pronto terminó lo que ahora percibe como un sueño lejano. Recuerda especialmente un par de figuras, que entonces le parecieron extrañas, en el dintel de la puerta metálica que servía de frontera entre el mundo de fantasía que suponía el "exterior" y los escasos 20 metros cuadrados donde sus padres biológicos y él mismo desarrollaban su actividad diaria. También recuerda las lágrimas de su madre. Gotas que se deformaban contra su cara mientras ésta le besaba, le abrazaba y se aferraba a los últimos instantes que compartirían. Líquido caliente y salado, que nada tenía que ver con el sabor amargo de los charcos fríos y amargos en los que había chapoteado anteriormente en las profundidades del útero del pecio espacial.

Entonces lo supo. Supo que su destino sería muy diferente al del resto de habitantes de la enorme estructura que daba cobijo a cientos de miles, quizás millones, de familias.

Las oscuras figuras, adornadas de metales, miembros protésicos y túnicas granate, le cogieron suavemente de entre los brazos de su madre, conscientes de la fragilidad de la carga que se llevaban. Esa fragilidad duraría poco.

Pronto aprendió Bore que, si bien sus padres biológicos le habían parido, había sido el propio pecio espacial el que le había educado. Tal y como mostraban los hologramas, el entorno que para otros niños se transformaban en horribles pesadillas, para Bore se tornaban juegos y alegría. Los extraños sonidos que para otros eran sinónimo de siniestralidad y miedo, para Kabul suponían risas e invitaciones. Los números y símbolos que sus amigos interpretaban como señales de peligro y prohibido, Bore las percibía como invitaciones secretas hacia un oscuro conocimiento. Sin duda, el espíritu máquina que gobernaba la nave por encima de la voluntad de sus habitantes, le había elegido para un destino superior.

La transformación fue lenta, pero constante. A medida que surcaban el espacio, los rumores se tornaron en certeza. A medida que se acercaban a su irremediable destino, se revelaban nuevos datos sobre la tormenta de disformidad: esta traería tras de sí innombrables amenazas, surgidas de una antigua, milenaria, batalla fraticida entre dos mundos imperiales. Las señales de muerte y destrucción eran inequívocas. Era imperioso abastecerse de gente con la educación y los medios necesarios para realizar las reparaciones y labores de prevención necesarias a tales circunstancias en cada uno de los sectores en los que se dividía la estructura imperial que suponía el pecio.

Se establecieron preferencias, se revisaron los codex, se consultó al espíritu máquina. Era prioritario la llegada a destino por el camino más rápido. Un cambio de rumbo no estaba ni tan siquiera contemplado en los protocolos de ejecución. La lógica y la estadística debía predominar sobre el mero sentimentalismo.

Mientras tanto, los estudios de Bore avanzaban a pasos agigantados. Su cuerpo aceptaba... No, abrazaba, los nuevos regalos que se le concedían en forma de implantes. Lo que otros veían como horrendas operaciones en las que se mezclaba carne y metal, era contemplado por el Adeptus Mecánicus como hermosas obras de arte que armonizaban cuerpo y funcionalidad.

Muchos de sus compañeros se quedaron por el camino. No todos eran bien aceptados por el espíritu máquina. No todos eran dignos de recibir aquellos regalos que el Emperador y Ohmnissia les hacía. Mientras, Bore profundizaba en las entrañas de su nueva madre, mimándola y dejándose querer por aquellos fríos pasillos que antaño supusieron su entorno de juegos favorito.

Y llegó el momento en el que la nave crujió. Se quejaba. Lloraba con cada uno de los golpes que la disformidad le arrojaba en forma de cascajos de metal del tamaño de asteroides pequeños. Lunas que antaño surcaban el espacio bajo la voluntad del Emperador y del Hombre, arremetían ahora contra la gigantesca mole espacial como si el propio universo tratase de expulsarla de su hogar.

Los daños fueron terribles. Sectores enteros quedaron sellados, condenando a familias enteras a la más horrible de las muertes. Muchos desearon o intentaron suicidarse antes de que eso sucediera. Algunos, el Emperador los condene, lo lograron.

En medio de tamaña crisis, el Adeptus Mecánicus también sufría bajas. Pero a diferencia de la población civil, lo hacían sabedores de que se sacrificaban por un bien mayor. Cada Adeptus muerto, eran minutos de vida para el conjunto del pecio espacial.

Bore emprendió más de una misión suicida, ofreciéndose voluntario para realizar las tareas de mantenimiento y reparaciones en el sector que una vez le vio nacer. Comunicaba con sus superiores a través de un transmisor, que no paraba de emitir instrucciones, hasta que el joven aprendiz llegó a aquellos viejos y destartalados pasillos que le vieron nacer.

Ya antes había tenido contacto con el espíritu máquina, pero jamás se había comunicado con el del pecio al nivel que lo hacía ahora. De los altavoces del improvisado cuartel, en el que se reunía la más alta jerarquía del Adeptus, no paraban de sonar letanías y rezos. Protocolos, fórmulas, ruegos y lamentos.

El séquito del comandante de la nave pronto dedujo que Bore había enloquecido debido a los nervios o a la presión. Al fin y al cabo, no era más que un novicio. Sin embargo, la realidad era bien distinta. La nave le indicaba cada una de las heridas que había recibido, señalaba la gravedad de las mismas, diagnosticaba un tratamiento y favorecía el camino de Kabul a través de sus entrañas... hasta que sucedió algo impensable.

En mitad de su letanía onírica, Bore despertó. Frente a él, se encontraba su madre, y ésta le había reconocido. Estaba llorando, mientras le sacudía y emitía heréticas acusaciones y blasfemias contra el emperador, por haber convertido a su pequeño en un monstruo al servicio del Dios Máquina.

El silencio se hizo en el centro de comunicaciones mientras se desarrollaba la escena. Hubo una fuerte discusión, ruegos desesperados, gritos y lamentos, y un disparo.

Luego volvieron a comenzar las letanías. Las brechas se cerraron con éxito. Las bajas se minimizaron.

En el informe, una vez atravesada la tormenta de disformidad, Bore escribiría lo siguiente:

"Estando en comunión con el espíritu máquina, mientras realizaba de forma eficiente mi labor, tropecé con el último apéndice que me alejaba de Ohmnissia. Simplemente un trozo de carne que suponía un estorbo en mis funciones prioritarias. Como cualquier otro miembro defectuoso, fue extirpado y suplantado por otro".

La comunión de Bore con su nuevo Dios había concluido. Rechazaba sus orígenes carnales y aceptaba como madre al Pecio Espacial, al cual serviría a partir de entonces en cuerpo y alma hasta llegar a su destino.

La carga que transportaba el pecio fue entregada y reemplazada por otra, que debía ser llevada, de nuevo, a otro destino.

Fue entonces cuando el común del Adeptus Mecánicus llegó a un acuerdo con la santa Inquisición. Según el codex que regía la nave, antes de afrontar una crisis, debe generarse un excedente de materiales para tener en reserva. Después de resuelta dicha crisis, dicho excedente debe ser redestinado para optimizar su uso.

Bore ya no era necesario en el pecio espacial, y el espíritu máquina de la nave así lo entendía. El último día que permanecería dentro de lo que, durante años, fue su hogar y su madre, lo pasó rezando oraciones de despedida. Había pasado a ser una extensión del pecio espacial. Una herramienta-hijo para satisfacer el deseo del espíritu máquina de servir más allá de sus posibilidades al Emperador y la Humanidad. Esa servidumbre sería a través del cuerpo Inquisitorial...

La historia de Bore Kabul, comienza aquí...